Historia

Introducción Histórica

Aunque las noticias sobre la existencia de velonerías (denominación de los talleres broncísticos lucentinos) se remontan al último tercio del siglo XVIII, el velón, como elemento del ajuar doméstico, ya se producía en Lucena con anterioridad, exportándose a toda España junto con otros utensilios de uso común, elaborados en bronce, latón o cobre, como capuchinas, candeleros, almireces, braseros, chocolateras, calderos o alambiques.

Normalmente había dos velones en cada casa: uno pequeñito, fácilmente transportable, que se utilizaba en los quehaceres nocturnos, sobre todo cuando la madre iba a acostar a los niños, y cuando el padre de madrugada se disponía a salir para su trabajo. El otro era mayor, de cuatro piqueras, con vistosas pantallas y tijeras para despabilar las torcidas.

El Siglo XIX conoció un notable incremento de la velonería, sin duda la primera industria local, cuyos productos se exportaban a Francia, Portugal y Marruecos, recordándose especialmente la popular figura trashumante del carguero de velones, que de pueblo en pueblo, ofrecía su mercancía y que inmortalizó el arte pictórico y literario de comienzos del siglo XX por su añejo costumbrismo y colorido.

Durante el primer tercio del siglo XX, con la implantación de la luz eléctrica, el velón se transformó en un elemento decorativo, al que se incorporó, mediante la instalación de portalámparas en las piqueras, el nuevo sistema de iluminación, depurando y mejorando su diseño tradicional, al que se imprimieron cualidades artísticas mediante cincelado y en ocasiones, el fundido de algunas piezas.

El hasta entonces popular objeto, ya sin uso práctico, se adaptó estilísticamente a los diferentes mobiliarios de los ámbitos a los que estaba destinado, con preferencia al renacimiento, en concordancia con el estilo que difundía la pujante industria del mueble lucentino, adoptando mejoras de orden práctico y estético, como los brazos y las pantallas labradas, en las cuales se hizo tradicional la inclusión del blasón de Lucena, sin duda la mejor denominación de origen.